domingo, 26 de julio de 2009

RELATO SECRETÍSIMO

Eduardo Sirac tenía por costumbre masturbarse a primera hora de la mañana, ante la imagen de María Auxiliadora.
Nunca lo dijo, pero, por lo que fuera, le excitaban las vírgenes.
Sus pajas en los primeros bancos de la iglesia tenían fama en el colegio. Nadie quería ser el primero en entrar a misa por la mañana, hecho que no resultaba difícil ya que se reservaba a los novatos.
El mismo día de su llegada, Ricardo-Adolfo sufrió, en la manga de su bata nueva, los vestigios pegajosos y matutinos de Sirac.
Fue un acontecimiento muy comentado.
Luego, a lo largo del curso, apenas reparamos en él, salvo en una ocasión en que Magaz le pasó una "chuleta" en un examen de latín. No tenía nada que ver con el examen pero Ricardo-Adolfo fue el único que aprobó.
Nos sorprendió recibir, aquella tarde de verano, una invitación de la madre de Ricardo-Adolfo. En letra cursiva, impresa en oro sobre pergamino beig, nos invitaba a pasar un fin de semana en su chalet de la costa, ..."junto a vuestro entrañable compañero Ricardito"
Nos sorprendió pero aceptamos. Pineda estaría lleno de suecas de pechos dulces, de inglesas de mirada fría y sexo caliente. Estábamos en la edad.
El "chalecito" no muy grande, era acogedor.
Ricardo-Adolfo apareció peinado reluciente. Su madre estaba en la ducha, nos recibiría en seguida.
Oriol dejó que sus alpargatas playeras, llenas de arena mojada, descansaran sobre una mesa brillante de caoba con figurillas, huevos verdes de alabastro y unos ceniceros de plata.
Ante la horrorizada mirada de Ricardo-Adolfo que no se atrevía a protestar, dejé que la brasa de mi cigarrillo entrara en contacto con la tapicería adamascada del mejor sillón de la estancia.
Nos levantamos sonrientes cuando su mamá entró disculpándose. Llevaba un conjunto de "estar-por-casa-en-verano" color fucsia, de generoso escote. En la cabeza unas cerezas.
Pero nos llamó más la atención un breve acontecimiento. En un gesto de arreglarse el pelo, todavía húmedo de la ducha, se le salió una teta.
Era un pecho blanco, apetitoso. Tenía un pezón pequeño, tieso y sonrosado.
En un gesto rápido, no dándole importancia, lo volvió a su lugar descanso.
Ricardo-Adolfo enrojeció. Oriol me miró de reojo, con su media sonrisa, precursora de emocionante futuro.
A las siete cenamos.
Pero fue al día siguiente cuando ocurrió.
Nos dieron dos habitaciones contiguas, en el piso de arriba, pequeñas, bastante decentes. Desde allí se podía apreciar el mar a unos tres kilómetros, algo de playa y unos balandros.
La mía estaba presidida por un enorme marco ovalado de madera tallada protegiendo a una pareja de mirada fija.
Ella sentada, él de pie, ambos con bigote, parecían fatigados.
Los dejé debajo de la cama, busqué un cenicero. Luego me dormí.
Me despertó un ruido acompasado. Abrí los ojos, era como el roce de una mecedora, quizá un ratón.
No traje zapatillas, salí descalzo al descansillo. El rumor parecía llegar de la habitación del fondo. Seguí hasta su puerta, me detuve a escuchar. Parecían jadeos, rumor de somier acelerado, algún quejido de vez en cuando.
¿Me hallaba ante un "polvo" matutino?
¿Quienes serían? El jardinero con Lady madre de Ricardo-Adolfo?
¿Ricardo-Adolfo con el jardinero?
¿Mi amigo Oriol tirándose a la madre de Ricardo-Adolfo?
¿Un incesto? ¿Unos huéspedes que no conocimos el día anterior?
Los jadeos iban en aumento, el somier aceleraba su quejido.
Atisbé por el ojo de la cerradura. La habitación estaba en penumbra, no conseguía ver otra cosa que los pies de la cama.
El "voyeurismo" siempre fue una de mis debilidades. Probé de abrir la puerta muy despacio, aunque pensé que estaría cerrada con llave. Nada de eso. La puerta cedió sin hacer ruido.
Ahora sí distinguía la cama en su totalidad y lo que estaba ocurriendo en ella.
Volví a mi habitación lo más rápido que pude. Me acosté sintiéndome culpable y fui el último en bajar a desayunar.
Es un secreto que guardaré mientras viva.

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