domingo, 9 de agosto de 2009

EXPORTACION-IMPORTACION

Que Esperalbo García de la Fuente tuviera un amante no era nada inusual. Para según quien, incluso elogiable. Su madre, una venerable congresista de hábitos tradicionales, sufría en silencio y resignación. Su padre, fallecido hacía ya unas décadas, había sido teniente de la guardia civil y todavía muy recordado en el pueblo.
Esperalbo, dotado de una nariz importante y una no menos importante fortuna, se dedicaba a jugar al dominó por las tardes y, por las mañanas, a darse una vueltecilla breve por la fábrica de embutidos herencia de su abuelo.
Los jueves, invariablemente, visitaba a su amante.
Margarita , la amante, era una mujer diáfana. Sus dotes amatorias provenían de una tía suya que vivió en Francia y con la que mantuvo una larga y formativa correspondencia.
Pero existía también, ¿Cómo no? La esposa: Doña Virtudes Eugenia de Sotomayor, hija, nieta y biznieta de “grandes” de España. Como es natural, frígida y de misa diaria.
Todo transcurría pues normalmente hasta que el destino tomó cartas en el asunto.
Una importante industria importadora italiana se interesó por los productos que elaboraba la fábrica de Esperalbo y mandó como mediador y negociador a su mejor hombre, un latino seductor, parecido a Vittorio Gassman y a Marcello Mastroianni, mitad y mitad. Llegó en un “Alfa Romeo” descapotable, como es de suponer. Vestido impecablemente de blanco y con las sienes matizadas de gris, sonreía constantemente, incluso cuando comía. Era pues inevitable que se enamoraran de él, desde la cocinera hasta la más retraída de las sirvientas del “hotel-posada” donde se alojó. Incluso Paco, el dueño del hostal, dudó de su propia virilidad al verlo.
Casualmente cayó en jueves el día de su llegada y Esperalbo no pudo recibirlo ya que cumplía su deber semanal con más ganas que posibilidades. No lo he dicho, pero Esperalbo rondaba ya los sesenta y los ardores juveniles iban dejando paso al dominó de la tarde. Mario, el italiano, en cambio, estaba en la plenitud de sus facultades, al menos aparentemente y ello siempre molesta un poco a los demás.
Como quiera pues que Esperalbo no aparecía, Mario se dirigió andando elegantemente, hacia la mansión-villa-jardín, domicilio conyugal de don García de la Fuente y de su esposa doña Virtudes.
Cruzó la verja del jardín después de abrirla con un gesto cinematográfico y, sin llamar al timbre, esperó ante la puerta, seguro de que alguien la abriría. Alguien la abrió. Gumersinda la doncella, arrebolada como una virgen y con las nalgas temblorosas, le cedió el paso. Mario entró como si de su propia casa se tratara. Avanzó por la mullida alfombra del vestíbulo y levantando la cabeza construyó la sonrisa más blanca y seductora que Virtudes que descendía, recibió como un impacto a su hospitalidad.
Entretanto, Esperalbo, avisado a toda prisa, se despidió de Margarita aun en el lecho inexplorado y se dirigió a buen paso hacia su casa.
Con rapidez y cierto nerviosismo usó su llavín para entrar y extrañado al no ver a nadie, subió a su habitación para cambiarse, seguramente aun tendría tiempo de usar su traje marrón de hilo, antes de entrevistarse con su visitante.
Al entrar en el amplio dormitorio quedó petrificado ante lo que sus ojos parecían no entender. Virtudes, su abnegada y fiel esposa, cabalgaba frenéticamente sobre un desnudo Mario que leía un periódico mientras dejaba hacer.
Las exportaciones de los embutidos de Don Esperalbo, hacia Italia
tuvieron en éxito sin precedentes y una aceptación exquisita para la gastronomía del país hermano.

1 comentario:

  1. Deducció: Per exportar a un país, d'antuvi, s'ha d'importar qualsevol tipus de matèria primera d'aquell país.
    "Llei d'intercanvi comercial entre països"

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